El fascismo en Colombia, ese enemigo poco claro al que muchas personas suelen considerar un simple fantasma europeo o parte de alguna tontería de algunos los jóvenes, actualmente es un proyecto que camina a toda fuerza por el país.
Por Alexander Ladino*. Con su ardua violencia y escalar en el juego político de la socialdemocracia, el paramilitarismo ha demostrado su fuerza y barbarie a lo largo de los años.
Ocupa curules en el Senado y en la Cámara. Se ha consolidado la parapolítica. Y se han encargado de atacar y perseguir a todo contrincante o disidente que busque hacer frente a la clase dominante y a su modelo económico neoliberal.
Pero no solo los paramilitares le juegan al fascismo en Colombia. El fascismo también se encuentra en el Partido Nacional Socialista Colombiano, Partido Convergencia Ciudadana, Tercera Fuerza, varios grupos de carácter identitario -nuevo nombre para xenófobos-, skinheads (cabezas rapadas) que le apuestan al “orgullo blanco” y en procesos regionalistas como quienes piden que Antioquia sea federal.
Los comunicados por partes de estos grupos resultan ser bastante confusos frente a su accionar. Algo que se evidencia en la inconsecuencia de sus palabras frente a sus hechos.
Si se leen sus líneas dicen estar con el campesinado, los movimientos sociales, la gente del común, entre otros. Pero en el momento en que estos se rebelan en contra de los decretos del Gobierno por recortes de presupuesto, por abandono a quienes trabajan la tierra, en contra de la privatización de la educación, salen en cacería de estos como si fuesen presas para su acecho.
Todo lo que se salga de sus ideales e intereses es un objetivo a atacar. Lo han demostrado claramente en lo consecutivo de sus agresiones ya que para recibir una amenaza por parte de dichos grupos solo se necesita ser defensor de derechos humanos, sindicalista, estudiante organizado, transexual o pertenecer a la comunidad Lgbti, llamarse comunista, anarquista, antifascista, indígena, ser un campesino organizado de los que no se callan.
Para la derecha todo lo que no gire en sincronía de mecanismo será un estímulo más para destruir ya que molesta en lo homogéneo de su sociedad basada en el miedo la coerción, la miseria y la violencia.
Está en nosotros la tarea de identificarlos, hacerles frente, no ignorarlos ni cambiarles el nombre como suelen hacer con los medios de comunicación hegemónicos al cambiar el nombre, eufemísticamente bien pensado, de paramilitares a Bandas Criminales Emergentes -Bacrim.
Fuente: colombiainforma.info
La entrada El fascismo crece en Colombia se publicó primero en Noticias Manizales.